28 de diciembre de 2011

A propósito de la instrucción pública

Las fuentes de la prosperidad social son muchas; pero todas nacen de un mismo origen, y este origen es la instrucción pública. Ella es la que las descubrió, y a ella todas están subordinadas. (…) Ella es la matriz, el primer manantial que abastece estas fuentes. Abrir todos sus senos, aumentarle, conservarle, es el primer objeto de la solicitud de un buen Gobierno; es el mejor camino para llegar a la prosperidad. Con la instrucción todo se mejora y florece; sin ella todo decae y se arruina en un Estado. G. M. Jovellanos



La educación es, hoy en día, un tema controvertido y que podemos encontrar en boca de todos, con unas intenciones o con otras totalmente diferentes. El debate está servido si hablamos de educación. La educación es un tema (o un instrumento) tan importante que todo el mundo se preocupa por él. Pero no es esto una novedad, sino que ya en el siglo XVIII nos encontramos con un nutrido grupo de pensadores ilustrados que empieza a convertir la educación en una cuestión de Estado. La educación adquiere en sus teorías, si bien su reflejo en la práctica será un proceso lento, entidad suficiente como para pasar a ser considerada una competencia del Estado, la educación es para ellos lo bastante importante como para considerar que debe ser “libre, abierta y gratuita” (JOVELLANOS, 1802).

Entre estos personajes encontramos uno de especial importancia en nuestro país: Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811). Jovellanos va a desarrollar una teoría sobre el valor de la educación que claramente podemos encuadrar en el pensamiento ilustrado.

Las ideas pedagógicas de Jovellanos parten de un concepto tan ilustrado como es el de la razón. La razón es la herramienta que permite al hombre progresar, otro concepto no menos ilustrado. Así, el hombre es un ser perfectible y, por lo tanto, el único ser que puede ser instruido. La instrucción permite al hombre acabar con males tan nefastos como la ignorancia de modo que se convierte en la fuente principal de la felicidad individual porque con el desarrollo de sus facultades morales, intelectuales y físicas, el hombre se convierte en autónomo, acabando con la ignorancia, la superstición y el dogmatismo. Esto, claro está, la buena educación, ya que Jovellanos reconoce que hay una mala educación que es la que ha provocado desórdenes y cuyo único antídoto es la buena educación.

Pero, al mismo tiempo, la instrucción permite el conocimiento de la naturaleza y, dado que en ella se encuentran todos los bienes que el hombre necesita, su conocimiento permite mejorar la existencia de lo seres humanos. Por tanto, el conocimiento de la Naturaleza permite un progreso y una mejora de las condiciones de vida de los individuos. Así, Jovellanos nos presenta un hombre con una facultad fundamental, la razón que, al mismo tiempo, tiene una cualidad que permite diferenciar al hombre del resto de seres: su carácter perfectible. Ese carácter perfectible convierte a la instrucción en un elemento clave, al permitir el desarrollo de las facultades de los hombres y, con ello, el progreso.

De estas ideas se deriva la importancia de que el Estado se haga cargo de la educación. Y es que para Jovellanos la felicidad de la nación no es otra cosa que la suma de las felicidades de sus individuos. El hombre es un ser social, de forma que su felicidad contribuye a la felicidad del cuerpo social. Por tanto, si la instrucción es fuente de felicidad individual, también lo es de la felicidad de la nación. Además, la instrucción permite formar ciudadanos buenos y útiles, con el fomento de las virtudes morales y de los conocimientos útiles, lo cual permite la prosperidad de la nación. Así, la instrucción se convierte en fuente de prosperidad, entendiendo ésta tanto en términos de prosperidad moral como de prosperidad material.

De esta forma, la prosperidad del Estado deriva, como última fuente, de la instrucción de manera que lo que deberá hacer un gobierno ilustrado será fomentar la instrucción para acabar con los elementos que frenen el progreso de la nación. Si la instrucción es la base de la prosperidad del Estado, compete a este encargarse de ella y extenderla a todos los ciudadanos. Y especialmente deberá encargarse de extenderla a aquellos que no tengan medios para procurársela por sí misma. De este modo, la instrucción pasa a ser pública, gratuita y universal.

(…) todas [las familias] tienen derecho a ser instruidas. Le tienen porque la instrucción es para todas un medio de adelantamiento, de perfección y felicidad; y le tienen porque si la prosperidad del cuerpo social está siempre, como hemos probado, en razón de la instrucción de sus miembros, la deuda de la sociedad hacia ellos será igual para todas, y se extenderá a la universalidad de sus individuos. G. M. Jovellanos

A pesar de todo, no debe esto confundirnos y hacernos entender esta instrucción pública como la entendemos ahora, pues Jovellanos ni defendía un radical igualitarismo social ni una misma educación para todos sino que esta habría de variar según la función social, el oficio, el sexo o las necesidades de cada uno. Pero lo que es cierto es que para Jovellanos la instrucción debía llegar a toda la población para que, con la mejora del nivel de conocimientos de los individuos, aumentaran los conocimientos de la nación, para que con el logro de la felicidad por parte de los individuos, aumentara la felicidad del cuerpo social.

Así, vemos como en el siglo XVIII, autores ilustrados como Jovellanos empiezan a plantearse la necesidad de que la instrucción sea abierta y gratuita y de que se extienda a todos los individuos, especialmente las primeras letras, no para saciar curiosidades individuales, sino en provecho de un progreso común de la nación. De hecho, acabando así con un pensamiento positivo, para Jovellanos el verdadero origen de las guerras sería la ignorancia de forma que de la instrucción de todas las naciones saldría la fraternidad universal.

BIBLIOGRAFÍA

CASO GONZÁLEZ, José Miguel: El pensamiento pedagógico de Jovellanos y su Real Instituto Asturiano, Oviedo, Instituto de Estudios Asturianos, 1980.
DELGADO CRIADO, Buenaventura (coord.): Historia de la educación en España y América. Vol. 3. La educación en la España Moderna (siglos XVI-XVIII), Madrid, Ediciones SM, 1993
FLECHA ANDRÉS, Francisco: Antropología y educación en el pensamiento y la obra de Jovellanos, León, Universidad de León, 1989
GALINO, María Ángeles: Tres hombres y un problema. Feijoo, Sarmiento y Jovellanos ante la educación moderna, Madrid, CSIC, Instituto San José de Calasanz, 1953
JOVELLANOS, Melchor Gaspar: Memoria sobre educación pública ó sea tratado teórico-práctico de enseñanza con aplicación a las escuelas y colegios de niños, 1802
NAVA RODRÍGUEZ, María Teresa: La educación en la Europa Moderna, Madrid, Síntesis, 1992

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